domingo, 17 de abril de 2011

LAUREANO Y SUS AMIGOS

El legendario técnico asistió a la presentación en Santander del documental sobre su carrera

El Diario Montañes | J.A. | Santander

«¿Puede vivir un árbol sin sus raíces? Las raíces del fútbol están en el fútbol base». Esta frase, que pronuncia Laureano Ruiz casi al final del documental sobre su trayectoria deportiva, es la única que puede explicar cómo un entrenador que alcanzó el éxito y llegó a dirigir al Barcelona decidió dar un paso atrás y dedicarse a preparar chavales.
El técnico asistió ayer a la presentación en Santander de la película 'Laureano Ruiz, el fútbol-fútbol', en un cine Los Ángeles abarrotado para la ocasión. Amigos, discípulos y admiradores del técnico se dieron cita allí para ver el filme, realizado en 2007 con motivo del homenaje que el Fútbol Club Barcelona le rindió.
Las reflexiones del entrenador y los testimonios de los jugadores que trabajaron a sus órdenes, van dibujando el perfil de un romántico del fútbol, un hombre que ama apasionadamente este deporte pero que valora sobre todo a las personas. No es la única conclusión qu
e se extrae del documental, que demuestra que Laureano ha sido un precursor a la hora de buscar una formación integral de los futbolistas y que sus ideas siguen siendo fuente a la que han ido a beber algunos de los más grandes preparadores. Iván Helguera, uno de los nombres más brillantes que ha dado el fútbol regional, lo sintetiza perfectamente: «Debería estar en la selección española».
Helguera es uno de los muchos testigos de la genialidad de este otro 'sabio', que deja al de Hortaleza a la altura de un colegial. Munitis, De la Peña y, antes que ellos, Cruyff, Juan Carlos, Neeskens o Rexach, comprendieron que se hallaban ante un maestro, alguien que, «básicamente, es un educador de personas».
A lo largo de la película, Laureano exhibe una memoria prodigiosa para recuperar nombres de futbolistas y situaciones sobre el campo. Armado de una simple pizarra magnética es capaz de explicar un partido como si se tratase de la batalla de Waterloo, algo que sólo está al alcance de quienes comprenden lo que la mayoría sólo ve.
De forma llamativa, la cinta, dirigida por Jordi Marcos, no se queda en un homenaje a un abuelete entrañable; al contrario, descubre en los setenta años de Laureano la pujanza, la frescura y la claridad de ideas de un técnico de veinte, un caudal de conocimiento que cualquiera tiene la tentación de creer desaprovechado, pero sólo antes de haberle visto dirigir las primeras patadas al balón de los niños de la escuela municipal en La Albericia.

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