Dirán que es hijo de Pep, pero en realidad es su hermano. En el Barça histórico hay dos hilos conductores que, partiendo de distintos orígenes, han confluido en un mismo heredero: Pep Guardiola. Y que ahora desembocan en Tito.
El primer hilo se refiere al concepto de cantera que ha construido el club. El hilo se resume en tres figuras: Laureano Ruiz, Johan Cruyff y Pep Guardiola. Es un resumen esquemático e incompleto, pues ahí deberíamos añadir por lo menos otra docena de nombres fundamentales, pero es un resumen: Laureano es el abuelo, Johan es el padre y Pep es el hereu, el heredero. En los años 70, Laureano Ruiz plantó unas semillas conceptuales; en los 90, Cruyff decretó la implantación masiva de ideas similares; y Guardiola ha sido el gran recolector, el ascensorista de los canteranos. Insisto: entre ellos, docenas de entrenadores, maestros, directivos y gestores que han resultado fundamentales para comprender el fenómeno. Pero el hilo tiene estas tres figuras sobresalientes.
El segundo hilo se refiere al modelo de juego del club. Dicho hilo se inicia en Rinus Michels, prosigue en Cruyff, se perfecciona con Louis Van Gaal, adquiere consistencia con Frank Rijkaard y estalla en su máximo rendimiento con Guardiola. También resulta excesivamente esquemático resumir en cinco técnicos (cuatro de ellos holandeses) la historia del modelo del juego de posición, pero es un modo de expresarlo.
EL HOMBRE QUE APRENDIÓ A NO TENER PRISA
Ambos hilos han transitado, en estos cuarenta años, por caminos a veces paralelos y, en otras ocasiones, por sendas divergentes. Cruyff los unió y también Van Gaal. Otros, simplemente, vivieron ajenos al intento de que confluyeran. Gente como Rexach siempre peleó por unirlos. Rexach fue entrenador de Pep Guardiola y Tito Vilanova. Fue quien les aportó calma a unos espíritus agitados e inquietos. Quien les explicó en qué consistía la Paradoja de las Judías Secas y cómo debían respirar hondo y dejar serenar las piezas antes de tomar decisiones.
Tito es hijo de la cantera del Barça. No llegó al primer equipo por culpa de sus prisas juveniles: “Cuando me tocó renovar como jugador, les dije a Charly y a Cruyff que solo quería estar dos años en el Barça B. Tenía 21 años y les dije que si no subía al primer equipo en dos temporadas, me iba. Con el paso de los años, he visto que me equivoqué porque mi estilo de juego se adaptaba como un guante al estilo del Barça y, en cambio, cuando fui a otros equipos no me resultó fácil adaptarme a otro estilo de juego. Quizás tampoco hubiera triunfado en el Barça grande, pero me fui demasiado pronto. No era necesario marcharme con solo 21 años . Esta experiencia personal la tengo muy clara y si los chicos me quieren hacer caso les diría que no tengan prisa porque, si lo que quieren es jugar en Primera División, ya tendrán tiempo. Si no es con 21 años, será con 23, pero por el camino habrán perdido la posibilidad de jugar en el primer equipo del Barça”.
Tito Vilanova se arrepiente de aquel arrebato y es el autor intelectual de la actual política de pausa en el ascenso de los canteranos. Que suban al primer equipo, pero no para ser lanzados al escenario (como ocurrió con Bojan), sino para aprender junto a los mayores. Para hacer un master gradual, para pasar de aprendices a expertos sin prisa.
El futuro entrenador del Barça es terriblemente exigente. Su aportación va bastante más allá de las jugadas de estrategia a balón parado o la coordinación del cuerpo técnico. Ha sido los ojos de Guardiola hacia toda la cantera, donde tiene un hijo, Adrià, militando como defensa central en el Cadete B: “Como padre, el club me dijo lo mismo que le dijeron a los míos cuando yo entré como jugador: prepara a tu hijo para el momento en que deje de ser jugador del Barça porque lo más probable es que no llegue al primer equipo. Es duro escucharlo, pero es muy positivo”.

Tito Vilanova dirigió el Cadete B que arrasaba por donde pisaba. El de Messi, Cesc y Piqué. Un equipo invencible. Diez años después volverá a dirigirlos.


- Fotos: Miguel Ruiz (FC Barcelona)