miércoles, 25 de junio de 2014

El señor Ruiz e l’invenzione del futuro

Artículo traducido de Andrea Fani en la Gazzeta dello Sport


Lo que es de Pep es de Pep. El resto de Laureano. El hombre que revolucionó la filosofía de Barcelona llegó de Cantabria. Hablaba poco, pero pensó mucho. Dirigía a un equipo de niños derrotados por un equipo patrocinado por una marca de cerveza. En un partido en Barcelona les metieron 9 goles. En el año 1972 el presidente de los blaugranas, Agustí Montal, estaba furioso: "Derrotado por unos vendedores de cerveza.". Le sentó muy mal.

Y se lo llevó a él, a Laureano Ruiz, nacido en 1937. Había jugado hasta los 28 años, con el Racing de Santander y en Torrelavega, pero era entrenador desde la cuna. En la cabeza. El primer día en Barcelona, ​​le dijo al señor Agustí Montal: "Yo no formo atletas. Instruyo a los jugadores. De cada mil que vienen aquí,  quedará un campeón. Para el resto, al menos quedará la formación".

Y luego: "Formé dos equipos. Uno con jugadores de 18 años de edad y otro con chavales de 15 años que sabían cómo pasar la pelota. De 10 partidos, los jóvenes de 15 años sólo perderán uno. Tal vez ". Así nació el tiqui-taca. Técnica, técnica y más técnica. Antes que Cruiyff. Antes que Pep.

martes, 24 de junio de 2014

Laureano Ruiz, el abuelo del Pep Team

Artículo traducido del artículo de Miguel Lourenço Pereira
http://www.futebolmagazine.com/laureano-ruiz-o-avo-do-pep-team

Toca, toca, rondo, rondo. El ADN de Barcelona se construyó en torno a esta idea. Pero mucho antes de que Guardiola aterrizara en el banquillo del Camp Nou. Y la paternidad del concepto tampoco es, como muchos todavía piensan, de Johan Cruyff. En 1972 un técnico que llegó de Cantabria con ideas debajo del brazo y cuando se fue, seis años más tarde, se fue dejando un club con un legado para el mundo. Laureano Ruiz, el hombre de la idea, es el abuelo olvidado del equipo que se ganó a los aficionados en los cuatro rincones del mundo.


La génesis del tiki-taka

Fue culpa de una cerveza, un equipo de fútbol patrocinado por una fábrica de cerveza, la Damm, por el que el Barcelona despertó a una dura realidad. En 1972 su método de entrenamiento no era ni siquiera el mejor de Cataluña y no podía competir, en ese momento, con la realidad del fútbol español en la última fase del franquismo. El último título nacional ganado por el F.C. Barcelona era del año 1960 y no parecía que el perfil de los jugadores que salían fueran capaces de dar vuelta a la situación de su cantera. El presidente Agustí Montal pidió a sus asesores acerca de quién podría ser el hombre ideal para cambiar esta realidad. Laureano Ruiz, fue la respuesta unánime. Semanas más tarde llegó de Santander, con una maleta llena de papeles y manuscritos, muchas ideas en su cabeza, el hombre que iba a marcar un antes y un después en la historia del club blaugrana.

En un pequeño escritorio que había en el Camp Nou el entrenador cántabro descubrió el espíritu arcaico que había en la formación y desarrollo del club. Cualquier jugador por debajo de 1.80 metros era rechazado en un principio, la mayoría de los ojeadores se limitaban a buscar en el entorno geográfico de Cataluña y cada equipo de infantil a secundaria, jugaba de la manera que le parecía mejor a su entrenador. La desorganización era absoluta y había que efectuar un cambio fundamental de todos los conceptos. El balón, para Ruiz, sería la pieza central de las futuras generaciones de club.


Inspirado por el equipo húngaro de los años 50, dirigido por Gustav Sebes, el nuevo coordinador de la cantera blaugrana primero entendió la importancia de mantenerse fiel a una idea, a un modelo. Decretó que todos los equipos del club deberían seguir tres conceptos básicos y fundamentales: un juego de posesión, un sistema táctico común y un régimen de entrenamiento que mezclaba el aspecto físico con el control de balón. Aquí nació el 3-4-3 que pocos años más tarde Johan Cruyff adaptó en su 'Dream Team'. Allí nació un equipo capaz de mezclar jugadores atléticos como Alexanko, Bakero, Puyol y Busquets, con los futbolistas que habrían sido previamente descartados. Guardiola, Messi, Xavi e Iniesta nunca habrían jugado en el club si no fuera por Ruiz. Y, por último, la obsesión por la pelota, la doctrina del rondo, la necesidad de tocar y recibir constante, comenzó a germinar. Poco a poco, los resultados en la formación siguieron la idea de Ruiz y su nombre aumentó de peso dentro del club. Pero aún era temprano, demasiado temprano. El club sospecha de un entrenador que valora más a un pequeño creador que a un atleta de alta competición y, sobre todo, de su sistema táctico que, para muchos, parecía demasiado arcaico en una era donde el 4-4-2 era santo y seña . Ruiz luchó como Don Quijote, contra molinos de viento en los pasillos de las direcciones, con los principales ayudantes técnicos. La llegada de Rinus Michels, el técnico holandés que en el Ajax había seguido un paradigma similar fue un apoyo emocional para el cántabro. Pero fue Johan Cruyff, que aterrizó en Barcelona en 1974 para hacer historia, que aprendió a ver más allá de la niebla y darse cuenta de que la ideología de la formación de Ruiz tenía más sentido que lo que muchos habían imaginado.

La experiencia en el primer equipo

En 1976 el club despidió al alemán Hennes Weisweiller, que había brillado con el Borussia Mönchengladbach. No había otras opciones en el mercado, y la directiva se volvió hacia Ruiz y le invitó ser el primer entrenador. Los cuatro años de trabajo en la cantera habían servido para definir el camino. Como entrenador del primer equipo trató de aplicar los mismos principios, pero el tiempo de posesión de balón todavía no había llegado al Camp Nou. Con un Cruyff decadente, el técnico intentó apostar por un 3-4-3 con el peruano Sotil como falso extremo y al holandés y Reixach como delanteros móviles. La idea no funcionó, y perdió la liga, el equipo perdió ante el Atlético de Madrid en la Copa del Rey y con el Liverpool en las semifinales de la Copa de la UEFA. Ruiz puso su puesto a disposición del club, diciendo que es más necesario en la estructura de la cantera. Pero la dirección de Montal, decepcionado con la falta de resultados inmediatos, piensa de otra manera y despide al entrenador que vuelve a Santander a guiar al Racing. Un año más tarde, Josep Lluis Núñez ganó las elecciones en el club blaugrana y realizó una fuerte inversión en la construcción de una pequeña casa al lado del Camp Nou para dar cabida a la formación de la cantera del club: La Masia.

El legado de Ruiz es esencial para la evolución de Barcelona. Los primeros jugadores jóvenes que comienzan a trabajar en el año 1972, son los que, una década más tarde forman parte del equipo central que devuelve el título de campeón en Barcelona, ​​tras más de una década. Cuando Cruyff aterriza como entrenador en jefe en 1988, viene con el mismo idioma que Ruiz, con el mismo sistema táctico en la cabeza y sin los prejuicios que habrían condenado a Guardiola y Sergi Barjuán. Veinte años después de la llegada al club barcelonista de Ruiz el Barça ganó su primera Copa de Europa jugando un 3-4-3 ensayado por el  cántabro, tratando de mantener el balón a toda costa y mezclando verdaderos atletas como Koeman, Bakero o Salinas con artesanos con clase como Guardiola y Laudrup.

Desde entonces, el club ha sufrido altibajos en su apuesta por el producto de la casa, pero la forma de entrenar y preparar canteranos no se ha sometido a ningún cambio drástico. Las palabras de Ruiz siguen pasando de generación en generación. A pesar de no tener derecho ni a una referencia en la historia del club, los que viven en las entrañas de Barcelona, ​​conocen el papel clave de Laureano Ruiz en la profesionalización del club y en la definición de una idea que ayudó a convertir al club en más que un equipo con títulos.

domingo, 22 de junio de 2014

F.C. Barcelona, jugar es innegociable

En octubre de 1973, los jóvenes de Barcelona se vestían y peinaban como él. Su estilo desenfadado, rebelde y de genio incomprendido las volvía locas. El club de la ciudad estaba sumido en una crisis deportiva, 14 años sin ganar la liga eran demasiados para una entidad que no dejaba de sumar socios. A finales de aquel mes, el F.C. Barcelona ocupaba la penúltima posición de la tabla hasta que llegó él.
Johan Cruyff llegaba del Ajax de Ámsterdam con un Balón de Oro bajo el brazo y avalado por una carrera fuera de lo común. El impulso del holandés fue mayúsculo, y el club consiguió revertir la aciaga situación de principio de temporada para acabar ganando el título gracias a él. Cinco años permaneció en Barcelona, logrando revitalizar a un equipo que había perdido la fe en sí mismo. Antes de abandonar la capital condal como jugador, coincidió con Laureano Ruiz, su penúltimo entrenador, del cual obtuvo la materia prima de lo que en unos años sería el sello de identidad del club.
“El juego actual de ‘tiki-taka, jugadores importantes y títulos nace en la época de Laureano Ruiz”. Así de tajante se mostraba Ramón Moya, exjugador del Barcelona Atlètic y exentrenador del Espanyol. “El trabajo era mucho más vertical hasta entonces, con delantero centro puro y menos rondo, menos toques”, comentaba el ilerdense. Fue ese juego el que llamó la atención a Cruyff, pero no sería hasta un futuro todavía lejano cuando el de Ámsterdam dibujaría su propio estilo a partir de las pinceladas de Laureano Ruiz.
El impulso del Johan Cruyff futbolista, no obstante, solo alcanzó para ganar una Liga en su primer año y una Copa del Rey en el último de los cinco que jugó bajo la sombra del Camp Nou. El juego, tras su paso, fue el de un Barcelona peleón, luchador y aguerrido que no acababa de enganchar a su sufridora y creciente afición. Un equipo de raza, al que le faltaba algo. Eso comentaba Jorge Sastriques, especialista en historia del fútbol y seguidor del F.C. Barcelona desde niño.
Tal y como apuntaba el periodista Emilio Álvaro, “el Barça ‘preCruyff’ tenía un palmarés que no se correspondía con su potencial social y económico. Tenía los recursos, pero le faltaba un plan”. En abril de 1988, la plantilla dijo basta a la presidencia y la dirección del club, como recuerda Sastriques. En el conocido ‘Motín del Hesperia’, los jugadores pidieron públicamente la dimisión del presidente Núñez por su mala gestión y, fruto de ello, se obtuvo el plan que tanto se ansiaba. El mejor de los planes: Johan Cruyff.
Diez años después de su marcha como jugador, el holandés regresaba al club que le vio triunfar en España, a la ciudad que le marcó de por vida. “Cruyff intentó reformular el ‘fútbol total’ que puso en práctica en el Ajax y amoldarlo a las condiciones del Barcelona, un equipo en total depresión” explicaba Jorge Sastriques. “En la temporada 88/89 estuvieron a punto de destituirle, pero el título de Copa del Rey obtenido en Mestalla le salva de ello. Sus dos primeras temporadas no fueron buenas porque hubo un período de adaptación en el que Cruyff comenzó a implantar el estilo y el equipo tardó tiempo en asimilarlo”.
En 1994 les apodaban el ‘Dream Team’. Habían cogido el nombre del legendario equipo de baloncesto que ganó los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92, su ciudad. “La clave del éxito del Barça fue el fútbol intuitivo, lúdico, alejado de todo rigor táctico”, describía Emilio Álvaro. “Cruyff despreciaba la zona y la estrategia, marcaba al hombre. No quería atletas, sino peloteros; pero no jugar para ellos, quería implicarlos a todos, crear una idea coral. Enseñó a ganar a un club perdedor.” Ramón Moya, serio y sereno, también expresaba el mismo pensamiento: “buscaban jugadores que fueran técnicamente buenos, que no perdieran el balón”.
Cuatro Ligas, una Copa del Rey, una Recopa y una Copa de Europa después, el Barcelona tuvo que afrontar otra final continental, esta vez en Atenas. “Fue el declive de la era Cruyff, el equipo llegaba eufórico, estaban todavía celebrando la Liga que habían conseguido pocos días atrás. El Barcelona, posiblemente, cuajara el peor partido de esa época histórica”, se lamentaba Sastriques. El rigor táctico del Milan de Fabio Capello barrió al Barcelona de una final que “estaban seguros que iban a ganar”.
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Sobre el desenlace de esa final, Emilio Álvaro argumentaba que Cruyff supo que el ciclo acabó en Atenas y, actuando en consecuencia, “cortó cabezas, pero se equivocó en la elección de los sustitutos. En su última temporada, dio una vuelta de tuerca y volvió a fallar en los puestos clave, por lo que quedó debilitado y el presidente Núñez se atrevió a destituirlo sin medir lo que su leyenda había generado. Cruyff no era un entrenador más, era un referente”. Con su destitución, el Barcelona entró en una época oscura e irregular, se privó de su esencia y abandonó la excelencia.
Joel Castillo es un joven estudiante de periodismo que sueña con cubrir los partidos de su F.C. Barcelona en un futuro. Nacido en una avanzada época ‘postCruyff’ sus primeros pasos en el barcelonismo no fueron muy prolíficos, y recuerda con nostalgia que “fue una etapa convulsa, donde la regularidad no era el punto fuerte del Barcelona, le costaba ganar partidos”. La llegada de otro holandés al banquillo, Frank Rijkaard, fue el primer paso del retorno a la élite más absoluta, aseveraba Castillo. “El paso al Barcelona de Rijkaard fue un paso adelante, el cambio era necesario. Recuerdo un equipo sólido y un juego bastante aceptable en comparación con el Barcelona actual”.
Es inevitable comparar. Sobre todo en fútbol, donde cualquier época pasada pudo ser mejor, dependiendo del filtro con el que se mire. Gerardo ‘Tata’ Martino llegó al Barcelona de rebote, tras la obligada baja de Tito Vilanova a causa del cáncer. Facciones del Camp Nou se dividen en la defensa o crucifixión de un técnico que ha tenido el infortunio de aterrizar en un mundo nuevo para él que, en ocasiones, le supera en muchos aspectos. El estilo de juego, diferente o similar, no ha acabado de calar, y la comparativa le va haciendo añicos, merecidos o inmerecidos. No obstante, la equiparación no es con Frank Rijkaard, como apuntaba Joel Castillo.
“Pep Guardiola es un hombre que vive el fútbol, está las 24 horas trabajando para hacer lo que él cree en el campo”, “Guardiola fue la mano derecha de Cruyff en el terreno de juego, su equipo combinaba el buen juego con los resultados”, “las dudas sobre Guardiola se disipan el día de su presentación, leyó bien que debía sanear el vestuario”. Ramón Moya, Jorge Sastriques y Emilio Álvaro, respectivamente, coinciden con la gran mayoría del sentir ‘culé’: Johan Cruyff les hizo grandes; Pep Guardiola, eternos.
El juego brillante del Barcelona en la época del técnico de Santpedor hizo que el Camp Nou corroborara que “siempre se puede ganar jugando bien” lo que, según Emilio Álvaro, demanda la afición. El golpe brusco de la salida de Guardiola dejó al equipo nuevamente alicaído, con la misma sensación que tuvieron 16 años atrás tras la marcha de Johan Cruyff. Un año continuista de la mano de Tito Vilanova tuvo que ser cortado de raíz por la enfermedad del que fuera mano derecha de Pep Guardiola. Tras él, llegó Martino.
“La afición ha de entender que es claramente un periodo de transición, donde los jugadores veteranos llevan el peso de la institución. Intuyo un tiempo de autogestión, ‘Tata’ y Bertomeu están de paso”, recalcaba Álvaro, quien siente que el reto del club es evitar una transición traumática y cuenta que a la excelencia solo la obtendrá alguien de la casa, con ‘ADN Barça’. “Para triunfar, hay que volver a los orígenes”, decía Joel Castillo.
El Barcelona no se entiende sin su pasado. Sin Cruyff, sin Rijkaard o sin Guardiola es imposible comprender hoy a Gerardo ‘Tata’ Martino. Es un club ligado a unos principios y unos valores transmitidos años atrás y que otorgaron respeto y grandeza al club. Valorar al Barcelona actual es posible, es necesario. Comprender y empatizar con la afición, entender su sentir, es complicado. Hay que saber de dónde vienes para conocer quién eres. Como dijo Pep Guardiola: “no sabemos cómo acaba, pero todo empieza por la pelota”. Y en el Barcelona, jugar, es innegociable.
Artículo publicado aquí

domingo, 8 de junio de 2014

¿El Barça debe cambiar su sistema?

El Barça ha inventado una fórmula de juego especial, distinta –yo la llamo el “fútbol-fútbol-, que se ha hecho célebre y copiado en todo el mundo. Sin embargo, en el momento presente, muchos dudan del mismo  –incluso los propios técnicos- y también tenemos a los que consideran que está caduco y debe desaparecer. Igualmente existen los que piensan que debe existir un Plan B, para emplearlo cuando, durante el encuentro, las cosas no vayan como se han programado. Todo me parece absolutamente erróneo. Los grandes equipos de la historia del fútbol (Arsenal de los años 30, River Plate de los 40, Madrid de Di Stefano y Barça de Kubala en los 50, Hungría de Puskas en los 60, Holanda de Cruyff y Brasil de Pelé en los 70, este país con Zico en los 80, el Milan de Van Basten y Baresi en los 90 y, finalmente, el Barça de Cruyff y luego de Guardiola), han jugado siempre de una forma muy determinada, diferente, lo que les daba un “sello” peculiar, singular, que les caracterizaba y les hacia superiores. Por ello, el Barça debe continuar con su juego, corrigiendo los defectos que siempre han existido y los que han llegado porque los rivales han sabido contrarrestarlo. A los partidarios del Plan B decirles que, por propia experiencia, sé muy bien lo difícil que resulta conseguir un juego casi perfecto a base de repetir día tras día el Plan, con las mismas ideas, movimientos y gestos técnicos. Imposible lograrlo, cambiando constantemente los planes y disposiciones.



LA HISTORIA
Pero hagamos un poco de historia. Este estilo de juego nace en los años 70 con unos Juveniles que ganaron cinco años consecutivos el Campeonato de España y luego continuó en el Barcelona Atlético (este conjunto y los Juveniles, siempre que se enfrentaron como entrenamiento al primer equipo de Cruyff, Rexach, Migueli, Marcial, etc. les superaron y vencieron. Claro que en los Juveniles estaban Fortes, Corominas, Sanchez, Moratalla, Estella, Calderer, Pedraza, Carrasco, Serrat, Salva y muchos más, luego profesionales). Aunque el sistema siguió perenne en el fútbol base, renace en el Barça cuando llega Cruyff como entrenador, al implantarlo en todos los equipo. Tanto con Cruyff, como luego con Guardiola, el sistema obtuvo un gran éxito por la sorpresa que originaba en los contrarios. Sobre todo hubo tres motivos fundamentales
  1. Lograr que los rivales “no tocaran balón” a base de un juego mareante con combinaciones y pases muy coordinados, hizo que los rivales sufrieran y padeciesen (poseer el balón y conseguir que el rival no lo alcance, psicológicamente  es un arma terrible. Principalmente para los grandes equipos, acostumbrados sus futbolistas a ser ellos los que manejan el esférico; el no poseerlo pese a sus carreras y deseos, les humilla y desmoraliza).
  2. Otra cuestión que sorprendía y desconcertaba a los contrarios era la transición o paso del ataque franco a una brutal defensa, que les hacía recuperar el balón inmediatamente de perderlo. En su época “de oro” el Barça marcó más goles de esta forma, que en los ataques abiertos, ya que el rescate inesperado se producía cerca de la puerta adversaria.
  3. Luego estaban las penetraciones por el centro, hasta muy dentro del área rival, consiguiendo goles antológicos. Ante los “rondos” que se formaban en la zona central, los defensas rivales se adelantaban para conseguir la pelota y, entonces, Messi, Xavi, Iniesta, Pedro, etc., penetraban como el cuchillo por la manteca, gracias a su habilidad e inteligencia.



YA NO HAY SORPRESAS
Los contrarios, lentamente, han ido encontrando fórmulas idóneas para contrarrestar dicho juego. Veámoslo:
  1. Seguir con el balón cuando el rival quiere poseerlo, aparte del factor psicológico que antes hemos reflejado supone casi la garantía de ganar el partido. Ahora bien, tenerlo cuando el rival te lo cede, no supone detentar ninguna seguridad de ganar el encuentro (hay equipos –Atlético de Madrid y otros- que dejan al rival la posesión del balón, para aprovechar sus errores y vencerle). Los rivales del Barça, reconociendo su inferioridad, le han cedido el esférico y los 11 jugadores se han metido en la “cueva” – el área propia y sus cercanías-, para defender, no dejar espacios y tener mucho campo para montar contrataques.
  2. Respecto a la recuperación del balón inmediatamente de perderlo, ahora no tiene el éxito de antaño y no porque los jugadores del Barça hayan aflojado. La realidad es que los rivales, avisados, si no tienen un contrataque claro, envían la pelota fuera de banda o hacia el campo contrario, mediante un “patadón”. Lo importante es no perderla atrás.
  3. Con la colocación masiva atrás de los contrarios, el Barça sigue, empecinado, buscando la penetración por el centro. Hay tantos rivales allí y “la vía del tren” tan estrecha, que siempre un adversario corta la jugada. se debe atacar por las bandas y hacerlo con tres jugadores próximos al balón y con jugadas preparadas: la “doblada”, la “pared”, el “pasillo”, el “solapamiento”…, con ello el rival no tendrá superioridad numérica y se puede llegar al fondo para coger de revés a los defensores.



LAS CORRECCIONES
Conocer los adversarios el sistema del  Barça, debe suponer en sus técnicos, para contrarrestar, muchas correcciones y algunas variaciones. Vean las que considero más convenientes:
  1. El Barça –sus diversos equipos-, realizan unos magníficos entrenamientos en los que los jugadores desarrollan pases, regates, “rondos”, etc., pero el trabajo es demasiado unilateral. Los tiros a gol con oposición –por el suelo y aire-, no se ejecutan y lo mismo sucede con el juego de cabeza. Luego en los partidos no hay tiros lejanos, ni se sabe defender los córners y faltas.
  2. Los tiros desde lejos son el mejor antídoto cuando el rival está dentro de su “cueva” (¡cuantos goles marcó así Deco, algunos tras rebotar el balón en un contrario!). Respecto al juego de cabeza, muchos partidos se deciden por este gesto (el Barça lo sabe muy bien y no solo por el gol de Godín, que decidió la Liga).
  3. Con ambas acciones, entrenándolas cada día, se consigue una mejora extraordinaria. Y olvídense de la estatura para el cabeceo. Los mejores rematadores de la historia del fútbol, no son altos: Pelé (1’70), marcó mas de 300 goles con la cabeza, superando a verdaderas “torres”. Luego están Seeler (1’69), Zico (1’71), Di Stéfano (1’74), Santillana (1’75), Kocsis (1,77)…
  4. Pero también se deben corregir los pases. El juego de todos los equipos azul-granas se basa en el “toquemos”, “toquemos”, “la jugada ya aparecerá”. Nunca valoran la calidad de los pases. ¿Son iguales uno hacia atrás, otro en horizontal al pie, otro al espacio libre y, finalmente, un pase sobre la carrera del compañero y donde no esperan los contrarios? Es decir, todos los entrenadores deben enseñar a sus jugadores a imaginar, crear, pensar e inventar, para que desarrollen un fútbol pleno de engaños y fantasía. Y los del Barça, también.
  5. La fórmula del Barça de atacar constantemente, “ahogando” al rival, creo que debe cambiarse al ser tan conocida por los contrarios, aunque el “fútbol-fútbol” debe continuar. Analicemos. El ataque incesante, continuo, tiene su talón de Aquiles, en la posición y misión de los centrales. Al jugar tan adelantados deben ser muy veloces ya que en ocasiones, tienen que recorrer “a muerte”, 30-50 metros libres que quedan a sus espaldas y además, ser infranqueables en los duelos individuales porque, aunque no marcan “al hombre”, muchas veces se enfrentan en un “1 contra 1”. Si el rival desborda, se irá directo a la portería.



PUYOL Y “EL MISTERIO”
  1. Desde hace más de cuatro años vengo repitiendo que los “grandes” del Barça son Messi (el mejor), Xavi (el fútbol), Iniesta (la magia) y Puyol (el “misterio”). Los periodistas inmediatamente me preguntaban: “¿qué significa “el misterio”? Mi respuesta: “que nadie conoce la vital función que desarrolla Puyol, al resolver los graves problemas que se generan por el adelantamiento general del equipo”.
  2. Supongo que tras jugar muy mermado y luego desaparecer de las alineaciones, lo que viene provocando infinidad de ocasiones de gol de los contrarios, el mundo futbolístico se habrá enterado de lo que anuncié, con poco éxito
  3. Y ahora envío otro vaticinio a los técnicos del Barça. No queráis encontrar otro Puyol entre los defensas, porque no existe. Hay muchos que juegan muy bien, porque su labor es muy cómoda. Actúan muy arropados por los compañeros y siempre con superioridad numérica sobre los rivales, lo cual facilita enormemente su labor (lo habitual es 4 defensas, contra 2 delanteros). Debéis buscar  los en otros puestos de mayor dificultad y esfuerzo. Por ejemplo Yaya Touré sería un central perfecto para el Barça (ya lo demostró).
  4. Por todo lo expuesto creo que el Barça debe seguir, en ocasiones, atacando y adelantando a todo el equipo. Pero si el rival deshace el asalto y desborda parcialmente a los azul-granas, éstos deben efectuar un veloz repliegue general, hasta las proximidades de su área. Se pretende que sus jugadores batidos recuperen la posición, reducir el campo de maniobra del adversario y montar el contrataque.
  5. También en algún partido, o en parte de los mismos, el Barça debe ser el que se venga atrás, a su campo, buscando que el rival salga de su “cueva” y contratacarle (el mejor ataque, es el contrataque).
  6. Quede claro que no se habla de hacer un equipo nuevo, como propugnan muchos técnicos. Afortunadamente el Barça no es “viejo” y sus mejores jugadores –excepto Xavi que todavía debe seguir-, están en la mejor edad para jugar al fútbol.


Artículo publicado en el Diario Sport el 1 de junio de 2014